Editor’s note: A third Spanish-only guest blog, from Gene’s shipmate Angela M. Kuhn.
Cuando decidí estudiar oceanografía quizá no imaginé realmente lo que implicaba. Deseaba una carrera que se relacionara con el ambiente y la comprensión física de sus procesos, que no sólo me proveyera de un título sino y la sensación de estar haciendo algo por el resto del mundo, que me permitiera disfrutar momentos de tranquilidad en la playa. Ninguna de estas razones tenía mucho sentido para mis padres. Pero el camino ha de mostrado hasta ahora, con sus altos y bajos, ser ciertamente gratificante.
Oceanografía es una carrera poco común en Ecuador, muchos ignoran incluso que es impartida en el país. Desde disección de copépodos y análisis granulométricos, hasta medición de corrientes y perfiles de playa es como una rápida excursión turística. Así, la primera vez que llegué a Galápagos fue como pasante en la división de meteorología del crucero oceanográfico regional de la armada ecuatoriana, durante mi segunda año de carrera. Fueron sólo un par de días en tierra, pero el deseo de volver permaneció hasta el final de la misma.
Actualmente, con una beca proporcionada por la Fundación Charles Darwin, realizo mi tesis sobre la incidencia de la temperatura del mar en las comunidades submareales. Este estudio sólo es posible gracias al trabajo de muchos investigadores, voluntarios y estudiantes que a lo largo de más de diez años y como parte de diversos proyectos, han contribuido a la recopilación y construcción de una base de datos biológicos y oceanográficos de la reserva marina. Puesto que el área de la reserva de Galápagos está dentro de un sistema físico altamente dinámico, la variabilidad espacial y temporal es reflejada por igual en la distribución de las comunidades marinas. Fuertes contrastes en la composición biótica son apreciables incluso en pequeñas islas, hábitat de algas bajo la influencia de aguas frías de afloramiento y parches de coral en aguas más temperadas, en sitios apenas separados por pocos kilómetros.
La medida en que las especies responden a variaciones de temperatura da una idea de su vulnerabilidad a eventos de mayor intensidad como El Niño o aumentos progresivos de la temperatura oceánica, identificando posibles especies indicadoras de los cambios ambientales por su sensibilidad o adaptabilidad. Muestra además los sitios de la reserva con mayor facilidad de recuperación y aquellos donde la resilencia debe ser fortalecida. El estudio incluye control de calidad de series de tiempo de sensores de temperatura a diferentes profundidades, y la revisión de las relaciones espaciales y temporales es distintas escalas de variabilidad; y observa el efecto del “choque térmico”, o la rapidez en que ocurren los cambios de temperatura.
El objetivo conjunto y a largo plazo de estudios como este, es la evaluación de la zonificación costera de la reserva. Reconociendo los sitios de importancia ecológica y aquellos donde la resilencia natural se encuentra afectada, puede proponerse una redistribución de la presión antropogénica que permita la sostenibilidad de los recursos.
La beca de la FCD no es tan sólo una facilidad para cumplir un requisito académico. El asesoramiento, apoyo y motivación del equipo de investigación crean un ambiente de confianza para el desarrollo profesional en esta primera etapa. Permite compartir provechosamente las capacidades en las distintas áreas de interés específico de cada investigador y abre un amplio horizonte de visión científica al establecer contacto con otros expertos del ámbito. Charlas, talleres y conversaciones personales con reconocidos científicos cuyos trabajos han sido parte de mis lecturas como estudiante, contribuyen a una formación más realística y son continua fuente de inspiración.
Ha sido también la oportunidad de involucrarme con el trabajo base del departamento de investigación marina. Este incluye la realización de cruceros de monitoreo submareal y oceanográfico para mantener actualizada la base de datos. La temperatura del mar es medida en sitios establecidos para monitoreo, en perfiles hasta 80 metros de profundidad mediante el uso de un CTD y se toman muestras de fito y zooplancton para análisis posterior en el laboratorio.
Recibo además entrenamiento en la técnica de monitoreo submareal, agradable experiencia que me va revelando de a poco la real magnitud y encanto de aquellas cifras de abundancia que reviso en la base de datos.
A bordo se realiza la identificación de los pequeños moluscos recogidos por los buzos en el transecto de monitoreo. Cuando se trata del océano a veces la parte más mínima tiene una gran importancia.
Creo que este “alimento” multidisciplinario es el que a futuro me permitirá una visión más holística, no sólo del funcionamiento del ecosistema y sus interacciones físicas y biológicas, sino también del necesario rol de cada una de las actividades de investigación. Cada vez todo es nuevo e inquietante, y muchas veces parece difícil elegir qué camino de investigación tomar. Pero ciertamente me hallo fascinada por la noción del movimiento. Nuestro universo entero, nuestro planeta se mueve en ciclos de armonía. Así como el viento provoca las ondulaciones del mar, y ondas internas dentro de él propagan cambios que bosquejan las condiciones para el establecimiento de distintos hábitats y comunidades; los hombres deberíamos movernos por igual en conjunto con nuestras necesidades y las capacidades de nuestro ambiente. Y el papel de la ciencia es tratar de explicar estos ciclos para re-educarnos en el cómo.
La aplicación de los conocimientos científicos para una eficaz respuesta que favorezca a la conservación y sustento de las poblaciones costeras ecuatorianas, es el fin que presenta para mí el mayor atractivo. Así, espero continuar mi carrera en ámbitos de ecología aplicada y manejo ambiental costero que permita la construcción de índices de fácil entendimiento y utilización en medidas y políticas.